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UN NUEVO ORDEN


La producción de Víctor Hugo Bravo está asociada directamente con la pintura y el objeto, reflexionando a través de imágenes y textos en torno al mundo del poder. Un mundo que se ve ejemplificado constantemente por medio de íconos emblemáticos y figuras heroicas, que marcan la ruptura del acontecer cotidiano y el imaginario de las imposiciones.
En la obra aparece un nuevo orden, una nueva autoridad como si un mandato oculto proclamara la ley del más fuerte: la irrupción del deseo hecha carne y ceniza en el líquido pictórico.

En otra concepción objetual el artista desarrolla una obra que desmitifica la saludable organización filial, familiar y educativa que componen al padre y al macho. Estas figuras simbólicamente fuertes se encuentran en su pintura con objetos, el desborde ideológico necesario para hacerse mas duras, más salvaje, más anómala. Esta manera de inventariar el canon objetual del arte, híbrido y políticamente incorrecto supone -en el espectador- la interpretación de una historia política, criolla y popular llena de acertijos y maledicencias, autoritarismos y reglas pervertidas.

La envestidura del camuflaje hace metáfora al lado oculto de las cosas, a la localización del poder y sus jerarquías en la sociedad, estas formas emblemáticas de la devastación.
SOBRE LA OBRA DE VHB
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Víctor Hugo Bravo, artista chileno y parte de una generación formada en dictadura. Comenzando a principio de los 90”, su interés inicial se había centrado en la pintura. Posteriormente, irrumpiría la escena nacional con una clara y madura idea estética. Objetos de madera construidos manualmente como juguetes bélicos y cubiertos totalmente por pintura en forma de camuflaje. La pintura como camuflaje, había sido un gesto de “inversión” e “invasión” mediada por el color, transformando el objeto tridimensional en bidimensional, sin que desapareciera definitivamente su condición de “superficie pictórica”. Paralelamente, aparecían frases provocadoras como “domíname”, “fornícame” y otras alusivas al poder en las relaciones sexuales, las cuales expresaban el dominio de un estado y un derecho negado.
Su obra manifiesta no sólo una subversión de los símbolos patrios, sino también la representación del poder y el sometimiento como una cuestión de género, pero sintomáticamente dentro de una cultura de lo “macho-militar”. Al convertir la vagina en un icono político, fetiche que atrae al artista, paralelamente junto a las referencias religiosas y los “juguetes” y objetos punzantes que sugieren armamentos (como símbolo masculino), su obra crea toda una estética inexistente, en la cual las relaciones entre poder, política y sexo pasan camufladas aludiendo a un estado de la cultura y la sociedad chilena.
Sin duda alguna, su obra va más allá de las referencias iconográficas anteriormente mencionadas. La presencia de los órganos genitales masculinos como femeninos en relaciones de poder aparece enmascarada. Este hecho sitúa su producción más allá de una cuestión de género o política. El acto de encubrir, al mismo tiempo que de exhibir, tiene que ver conque el único sujeto femenino presente es una mujer y el masculino, él mismo, como ejes de funcionamiento (Eros y Tánatos) Su obra ha sido además el develamiento de una experiencia individual y del des-enmascaramiento de las relaciones de poder en la familia desde su etapa formativa como individuo.

En otra concepción objetual Víctor Hugo Bravo desarrolla una obra que desmitifica la saludable organización filial, familiar y educativa que componen al padre y al macho. Estas figuras simbólicamente fuertes se encuentran en su pintura con objetos, el desborde ideológico necesario para hacerse mas duras, más salvaje, más anómala. Esta manera de inventariar el canon objetual del arte, híbrido y políticamente incorrecto supone -en el espectador- la interpretación de una historia política, criolla y popular llena de acertijos y maledicencias, autoritarismos y reglas pervertidas.